Por
las más diversas causas, pero todos lo partidos políticos de la escena nacional
atraviesan problemas de credibilidad.
Un
partido político es por encima de todo un conjunto de preceptos, de visiones,
que son compartidos por individuos que así se convierten en militantes, en
creyentes defensores de esos principios y en base a ellos construyen y se suman
a proyectos políticos.
Hoy
esos cimientos de identidad, están como nunca comprometidos por decisiones
cupulares que han generado entre las distintas militancias por lo menos confusión
y grados de decepción. Mientras en unos casos las coincidencias partidarias se
han diluido con el abuso del instrumento de las alianzas, en otros, el reino del
pragmatismo está generando un desencanto colectivo.
Desde
hace tiempo se ha observado la poca credibilidad que la sociedad manifiesta sobre
los partidos políticos, un rechazo asociado al de una clase política que en el
contexto de una mayor apertura democrática ha dejado a deber. Sin embargo, la
decepción que hoy se alerta no viene de la sociedad per se, viene de adentro de
las propias instituciones políticas, de las militancias.
No
es que sea este sea un fenómeno nuevo, pero la alternancia que se estableció en
el 2000 con el triunfo del partido acción nacional a la presidencia de la
república, nos llevo a suponer un escenario de recomposición de los partidos
políticos a la altura de los retos del país. Aspirábamos y pensamos tener
nuestra versión del american dream,
donde los individuos tuviesen ventanas suficientes para la participación. En
ese escenario el PAN se establecería como un gobierno más transparente,
desterraría los vicios formados durante 70 años de gobiernos priistas. El PRI
por su parte habría de reconstituirse, daría paso a nuevos actores y formas para
mantenerse vivo, mientras la izquierda modernizaría su discurso y se
convertiría en una opción real de gobierno. Habría pues espacios para la
participación política en todos los espectros del plano político, cualquier que
fuese nuestra formación o credo existirían canales solidos para expresarnos
políticamente.
A la
fecha, queda claro que ni los vicios se desaterraron, ni nadie se recompuso, ni
modernizo del todo. Por el contrario, los partidos todos han trivializado a la
militancia a una masa que se deja llevar y que tiene que asumir la decisiones
de una elite.
Hoy
la decisiones cupulares nos han dado un revoltijo que pocos entienden. Pronosticar
cual será el destino de todo esto es tarea compleja, decir que la militancia se
impondrá y se logrará una mayor apertura, es un escenario que nadie puede
asegurar considerando el contexto de una sociedad escéptica y poco
participativa.
Decir
que estamos condenados al monopolio de unos cuantos, sería no darnos el mínimo merito
como agentes de cambio. Hace apenas 13 años, la alternancia política parecía
poco probable y se logró y aceptó.
Lo
cierto es que nuestra democracia está aun en construcción y los retos que
enfrenta no son menores. El discurso de que ya hemos alcanzado la “democracia”
se ha convertido en estimulo perverso de aceptación y pasividad social que
dificulta la continua y necesaria lucha en la vida de una democrática, nos ha
convertido en demócratas flojos.
Son
muchos los retos que tenemos aun, uno de ellos por irónico que parezca, es
democratizar la vida de los partidos, lograr canales de participación abiertos
y recuperar identidades partidarias.
Mientras
que nuestro sistema de partidos no respete su propia identidad y más importante
a su militancia, no tendremos ni representantes, ni gobiernos a la altura de
los retos que tiene el país y sus regiones.
Sergio
Mario Arredondo
@sergiomario1