Tal vez la primera valoración que pudiésemos hacer del
primer año de Enrique Peña es la sobrecarga de la agenda política. Nunca en nuestra
historia moderna un gobierno había iniciado con la cantidad de temas que Peña
puso en la mesa de negociación de las fuerzas políticas.
Habrá quien de entrada señale eso como un error prefiriendo la
excesiva medición de costos a la que nuestros gobernantes nos han acostumbrado.
Y es que en nuestra clase política sinónimo de sagacidad es
no hacer olas, es no mover el avispero, es dejar que las cosas fluyan en una
inercia, entre más pasivo más sabio y astuto es el político, los goles seguros
son siempre los mejores.
En esa lógica nuestra Churchill hubiese sido un loco que solo quería ganar
notoriedad abriendo a su país a un conflicto internacional con las fuerzas
nazis de Hitler, Roosevelt con el New Deal, un torpe que quería cambiar la
forma en que el estado intervenía en el mercado y en los satisfactores
sociales.
Peña no es ninguno de esos dos personajes, pero si un
gobernante que está asumiendo los costos políticos de hacer.
La reforma fiscal insuficiente si, pero entre muchas cosas
eliminó los tratos especiales como la famosa consolidación fiscal que los
grandes capitales usaban para la evasión de impuestos.
La reforma educativa fue concretada con todo y la abominable
resistencia de un ala radical de profesores y es hoy una ley que los
gobernadores y los profesores tendrán que respetar o asumir las consecuencias
políticas y legales de no hacerlo.
La ley de telecomunicaciones, calificada de incompleta por
los expertos, ha impuesto limites a las practicas monopólicas de Azcárraga y Slim.
Al primero se le limitará su
participación en la licitación de dos nuevos canales de televisión y al segundo
se le obligará vender parte de sus activos en TELMEX y American Móvil a fin de que no sobrepase su
participación a mas del 50% del mercado en servicio de telefonía fija y móvil.
La reforma política electoral, crea el Instituto
Nacional Electoral, reduciendo la capacidad de influencia de los gobernadores en
los comicios locales, permite la anhelada reelección de legisladores locales y
federales y eleva a 3% la votación necesaria para que los partidos mantenga
registro.
La reforma energética aun en discusión se concretará con la
inconformidad expresa de la izquierda pero nos acercaremos a los esfuerzos que
distintos países hacen para un mejor aprovechamiento de su riqueza petrolera.
Con todo esto en 360 días, Enrique Peña ha dejado atrás la
tesis del gobernante cosmético y se ha establecido como un gobernante que está
dispuesto asumir los costos del hacer.
En su primer año ya sembró buena parte de los temas
nacionales, los que seguramente requerirán de mayores esfuerzos a lo largo de
los siguiente 5 años, pero en ninguno se empezara de cero, en todos registra
avances, todos están puestos en una agenda clara y definida.
En la conducción de Enrique Peña no esta visible esa
excesiva cautela de sus antecesores en cuanto a tocar a los poderes facticos.
No es el enfrentamiento frontal su política pero si el abrir los espacios donde
sea necesario para avanzar en los temas del país.
Peña no quiere ganar las batallas de las encuestas de
popularidad, quiere ser recordado como un transformador, esa es su visión y no
parece estar dispuesto a ceder nada en ese objetivo.
El sexenio es aun joven y resta mucho para hacer un balance
del gobierno y aporte de del presidente, sus retos no son menores, se ocupan
más empleos, más crecimiento, se ocupa rescatar regiones que están inmersas en
la violencia y en ausencia de un estado de derecho, pero su primer año como
preparación para el resto es sin duda unos de los más productivos de nuestra
historia moderna.
0 comentarios