La
consolidación de la democracia es sin duda algo que debe atenderse con
prioridad, es un ejercicio que exige una evaluación y perfeccionamiento de sus
procesos principalmente en democracias en desarrollo como la nuestra, sin embargo
el escenario poselectoral que estamos viviendo en nuestro país se aleja de esa
pretensión legítima.
Ni
interinatos, ni anulaciones de la elección son escenarios posibles, eso lo saben
todos los actores, especialmente López Obrador con experiencia acumulada en el
tema; hay un ganador por una mayoría que será el próximo presidente de este
país en apego a las normas que fueron
establecidas y aceptadas por todos.
¿Cuál
es la pretensión entonces de esta no aceptación de la derrota? Sencillamente elevar
el costo al ganador de la contienda, socavar todo lo que sea posible el capital
político ganado en las urnas el 1 de Julio, polarizar al país y mantener una
posición de poder.
No
es el avance democrático, ni la perfección de nuestro sistema electoral, ni el
establecer una determinada agenda de país lo que mueve esta reacción
poselectoral, es solo la lógica de mermar al adversario peor aun al enemigo,
una postura personalísima que no repara en costos.
En
nuestra realidad de país, encontrar elementos para establecer reclamos y hallar
ecos es cosa sencilla entendiendo la existencia de tantos rezagos sociales,
jóvenes que no han sido atendidos en sus demandas más elementales, una
desigualdad social indignante, un sistema electoral que todos aceptan y aceptaron
con deficiencias. Las banderas sobran para aquel que quiera montar su
revolución particular, eso lo sabe perfectamente López Obrador un maestro aprovechando
esa circunstancia.
La
ruta crítica trazada por AMLO lleva sencillamente a repetir aquel escenario de
polarización del 2006. Si la izquierda permite ser representada solo por la
visión y pretensión personal de su candidato se refrendará el escenario de una
izquierda que se relega y peor aun bloquea el entendimiento que deben tener las
fuerzas políticas en una democracia moderna, una izquierda que solo toma lo que
le conviene del andamiaje institucional y rechaza aquello que no encaja a los
intereses de su líder.
Un
escenario francamente desfavorecedor para un país que necesita precisamente del
entendimiento de las fuerzas para sortear con agilidad los retos y agendas
establecidos.
El
nudo gordiano del futuro democrático del país no esta en el TRIFE ni en la
calificación de una elección en la que participaron más de 50 millones de
mexicanos, que se ganó por la mayor diferencia en la historia de nuestra
democracia moderna, que estuvo expuesta al escrutinio y juicio de una sociedad
informada y empoderada por las nuevas formas de comunicación.
La
verdadera discusión de este capítulo poselectoral esta en buena medida dentro
de la izquierda misma, en que hacer con su candidato, en si deciden seguirle en
su apostolado personal u optan por convertirse en una alternativa política
seria y coherente, en ser una izquierda moderna, la izquierda que necesita y
demanda el país.
Este
capítulo será sin duda superado en base a nuestras reglas e instituciones,
nuestro país ya no funciona a base de manotazos, ni necedades personales, hemos
avanzado en nuestro arreglo institucional, sin embargo el tema de la cultura
democrática es algo en la que todavía nuestros actores dejan mucho a deber y es
algo que sin duda nos impondrá a todos un costo.
Sergio Mario Arredondo
sergiomarioas@gmail.com
@sergiomario1
Sergio Mario Arredondo
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